Generalmente hacemos de algo fácil difícil, porque
necesitamos excusas para justificar nuestros miedos.
Decimos adiós cuando en realidad queremos decir quédate,
hacemos cualquier cosa para disimular que estamos a punto de caer.
Escribimos cuando en realidad lo que queremos es gritar.
Por eso estoy aquí, para poder gritar, para llenar de esta
manera todo el vacío que tengo dentro.
Y aunque contigo aprendí a ver el vaso medio lleno, deberías
saber que solo me ha servido para ahogarme.
Que no bastaba con todo el charco que hay en mis pulmones
por todas esas lagrimas que no te llore.
El saber que cada palabra que decías era solo una puñalada y
ahora vuelves y me dices que lo sientes, que lo único que sabias hacer era
herir mas de lo que curabas y que si yo me iba me moría y si me quedaba me
matabas.
Y desde entonces formas parte de mi y a pesar de ello eres
parte de ese amor, ese amor que es un arma, que acaba con quien se interpone
incluso si soy yo mismo el que comienza a dudar.
Me das valor, me haces fuerte, tomo coraje y te digo que no,
que no he regresado porque no fui yo quien se marchó, yo siempre estuve aquí ,
porque nunca me he ido y que fuiste tu quien se despidió.
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